Blog de Ignacio Simal: opiniones falibles, propias y ajenas, abiertas a la conversación no dogmática.

28 mayo, 2010

La autocensura… la peor de las censuras

Hace bastante tiempo un buen amigo me comentaba lo arriesgado de escribir o decir lo que piensas, lo que sientes… en fin, desnudarte, de alguna manera, en público. Cuando lo haces te expones a la crítica o a que alguien escupa a tu honesta desnudez.
La memoria, tan selectiva ella, te recuerda las felicitaciones o los escupitajos, dependiendo de cómo te pille el alma. De ahí que cuando ella -la memoria- se hace la encontradiza en un mal momento de tu existencia, no te sorprenda que surja en tu interior el pensamiento de renunciar a la verdad incómoda en aras de evitar el sufrimiento. Es en ese preciso instante cuando se requiere sacar de dentro del alma toda la frialdad –en el mejor sentido de la palabra- de la que seas capaz, para seguir el camino desnudo, sin amables protecciones e ir de frente. Ir de frente sempiternamente acompañado de aquellas palabras que cuentan que Dios le dijo, hace unos cuantos siglos, al antiguo profeta, “como el diamante, más fuerte que el pedernal he hecho tu frente; no los temas ni tengas miedo” (Ez. 3:9).

La autocensura es la peor de las censuras, ya que nos empobrece como seres humanos y nos conduce a una conciencia culpable de difícil redención...

3 comentarios:

  1. Gracias Ignacio. Me sumo al sentimiento. No hay nada mejor que darse a uno mismo y a los demás reconociendo y legitimando en ello la plenitud de lo humano. Es lo que estoy aprendiendo. Apostar a la vida, al darse a uno, a los demás, sin temor al "qué dirán", sabiendo que en ese darse uno se constituye y pasa por encima de la niebla de la hipocrecía.

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  2. muy bueno, Ignacio, gracias por compartir. Recuerdo cuando vivía (y aun cedo) ante las presiones del deber ser, lo políticamente correcto, en un estado constante de represión que cansa muchísimo. Para muchos es mejor dejar ver una fachada más atractiva, que dejar ver lo que somos y dejar de estar en el pedestal de muchos.

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  3. Nicolás y Anyul, tanto el acto de escribir como el acto de leer tienen efectos terapéuticos.
    Gracias por participar.

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