Blog de Ignacio Simal: opiniones falibles, propias y ajenas, abiertas a la conversación no dogmática.

02 diciembre, 2010

Biblia, historias de terror e infancia

Holocausto

Vi un ángel que estaba de pie en el sol, y clamó a gran voz diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: «¡Venid y congregaos a la gran cena de Dios! Para que comáis carnes de reyes y capitanes y carnes de fuertes; carnes de caballos y de sus jinetes; carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes” (Apo.  19:17,18), escribió hace siglos el vidente de Patmos.
El apocalíptico Juan describe en su texto, entre otras descripciones, una escena dantesca y macabra a la que denomina “la cena de Dios”. Las aves del cielo desgarran las carnes de los muertos en el campo de batalla. “Dios ha vengado la muerte de sus siervos”, escribirá (Apo. 19:2). Ante tal escena y comprensión del actuar divino, ¿qué podemos decir?
No quiero guardar silencio ante las “historias” de terror que en muchas ocasiones describe la Biblia. Sí, son imágenes que responden a otros parámetros culturales y teológicos, pero ello no evita que produzcan en mi, y en muchos cristianos, una cierta desazón y, por qué no decirlo, cierta repugnancia. No reflejan al Dios que se manifestó a través de la buena noticia que anunció Jesús de Nazaret, Dios hecho carne.
Mi preocupación ante esos textos de terror es motivada, no por la lectura que un adulto, bien formado, pueda hacer de los mismos. Sino de la lectura que un niño, un preadolescente o un adolescente pueda realizar de los textos de violencia y terror que encontramos en las Escrituras. Me preocupa todavía más el acompañamiento teológico-pedagógico que los docentes  de nuestras escuelas dominicales puedan llevar a cabo con nuestros niños a la hora de abordar textos dantescos como el que acabo de presentar. Historias de terror y muerte que se inician ya en el primer libro del Pentateuco, cuando se explica cómo toda la humanidad, excepto una familia, es muerta a manos de un diluvio originado en la voluntad de Dios.
No deseo que nuestros hijos e hijas crezcan con una visión de un Dios con sus manos o sus vestidos empapados en sangre. Más bien deseo que crezcan con un entendimiento de Dios como aquel que “hecho carne”, habitó entre nosotros, y como resultado de su praxis y mensaje, lo asesinaron. Sin embargo, Él, murió orando e implorando el perdón para aquellos que le habían torturado hasta la muerte. 
Hiroshima  
 
La comprensión que de Dios se explica en la Biblia hebrea queda superada por la Palabra de Dios encarnada en Jesucristo. Y al igual que no mostraríamos fotografías como la que encabeza esta columna o este párrafo a los niños de nuestras escuelas dominicales, tampoco es conveniente mostrarles escenas bíblicas que hasta a nosotros nos incomodan. No quiero que nuestros niños y niñas crezcan en la creencia de un Dios terrorífico, y en ocasiones cruel, que a las primeras de cambio decide, o decidirá en el futuro, eliminar a la humanidad en un abrir y cerrar de ojos. Muy al contrario, deseo que conozcan a un Dios amante de la libertad de los seres humanos, que quiere que éstos sean felices desde un horizonte solidario y fraterno, y que es eminentemente comprensivo y perdonador como podemos observar en las acciones y palabras de Jesús, nuestro Señor.
Debemos enseñarles que los seguidores y seguidoras de Jesús de Nazaret no estamos a la espera de venganzas varias, sino de la redención de la humanidad en dirección a habitar en un mundo nuevo, donde “el lobo habitará con el cordero, …y un niño los pastoreará” (Is. 11).
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