Blog de Ignacio Simal: opiniones falibles, propias y ajenas, abiertas a la conversación no dogmática.

20 julio, 2010

La homosexualidad en el mundo antiguo según Römer y Bonjour

"Oikodomein", la revista de la Comunidad Teológica de México, publicaba en el año 2007 el libro de Thomas Römer y Loyse Bonjour, "La homosexualidad en el cercano Oriente antiguo y la Biblia". Un libro de imposible adquisición en España. A propósito del libro el teólogo mexicano Leopoldo Cervantes-Ortiz escribía en Lupa Protestante el artículo que a continuación transcribo en mi blog:

I

Creo que no quedarán dudas sobre la audacia de publicar un libro sobre la homosexualidad a partir de la Biblia en un medio tan restringido para estos temas como es el evangélico en México (y yo agregaría América Latina) debido a la mentalidad social tan estrecha, todavía, para estos temas en pleno siglo XXI. Los cambios de la legislación no pueden imponer transformaciones de hábitos y prejuicios vistos como ancestrales, especialmente en sociedades tan profundamente machistas como la nuestra, acostumbradas a marginar y satanizar a grupos sociales como gays y lesbianas, pero también indígenas, niños, pobres, extranjeros, etcétera.

Con todo, el reconocimiento paulatino de la homofobia es un paso adelante en el camino a la aceptación de la diversidad humana que ha sido negada sistemáticamente con todos los argumentos habidos y por haber. La negación de las opciones sexuales de las personas es un rostro más del fundamentalismo que intenta establecer límites a cuanto aspecto de la conducta humana tiene acceso. La llamada de atención de Römer y Bonjour a una lectura desprejuiciada de los textos bíblicos es muy de agradecerse pues, armados con las herramientas contemporáneas de análisis, llevan a cabo un acercamiento respetuoso a secciones específicas de la Biblia, a partir de los cuales trazan líneas interpretativas que pueden ser útiles para emitir juicios menos dominados por la ideología patriarcal predominante.

Por lo anterior, planteo a continuación un conjunto de posibles respuestas a las previsibles críticas que recibirá este libro desde las trincheras evangélicas tradicionales. Primero, este libro no defiende la homosexualidad, porque este fenómeno no necesita defensores sino hombres y mujeres dispuestos al diálogo con la diferencia y con las posibilidades hermenéuticas contenidas en los textos bíblicos en el sentido de que la experiencia sexual de la antigüedad no coincide, necesariamente, con los criterios de hoy. Segundo, el libro tampoco justifica la homosexualidad, puesto que trata de entenderla desde una revisión de la forma de expresión de los sentimientos y afectos de otras épocas, además de que la forma convencional de valorar ciertas actitudes es impuesta a los textos bíblicos por la cultura predominante. Tercero, tampoco promueve la homosexualidad debido a que la elección de orientación sexual, vista como un acto consciente y reflexivo, constituye una decisión libre que no puede ni debe ser violentada por nadie, pero tampoco debe entenderse como una situación ideal, transmisible por medios coercitivos a otras personas.


II

La perspectiva histórico-cultural de la primera parte del libro es un trasfondo insustituible para situarse cronológica y especialmente en un medio desconocido como es el Cercano oriente, aunque también habría que decir que ni siquiera conocemos con certeza las costumbres del México prehispánico, adonde también puede rastrearse el tema de la homosexualidad y nos esperan muchas sorpresas, puesto que, por sólo mencionar un detalle, los mexicas reprobaban la tolerancia hacia la homosexualidad que se practicaba en otros pueblos como los chichimecas, otomíes, yaquis, coras y huicholes.[1] Pero dada la familiaridad con algunos textos bíblicos posteriores o contemporáneos de la etapa estudiada por Römer y Bonjour, es preciso comprender las mentalidades mesopotámica y egipcia, pues a partir de ellas puede intentarse la reconstrucción de lo que aparece en textos tan conflictivos como los códigos legales y los relatos referidos al periodo monárquico.

Así, los capítulos segundo y tercero se sumergen precisamente en este tipo de textos, subrayando, para el caso de los documentos legales, que “esta cuestión no es para nada un tema capital para los autores bíblicos, que sólo la tocan de vez en cuando y no la tratan nunca por sí misma” (p. 41). Más llamativo es el tema colateral de la transformación de Yahvé en un dios trascendente y asexuado, un aspecto que debería llamar nuestra atención a la influencia de la sexualidad en la conformación de la imagen de Dios en las conciencias. En este marco, la “administración de la sexualidad”, recuerdan los autores, “forma parte de la nueva identidad del judaísmo naciente en la época persa” (p. 53), es decir, que existe un componente de construcción identitaria ligado a la imagen del “Dios necesario” para las nuevas condiciones sociales, culturales y religiosas del momento. A su vez, la interpretación “sexual” de los sucesos de Sodoma y Gomorra se estableció como un lugar común en la cultura occidental, llegando a incluirse en tratados de derecho criminal. Su paralelismo con la historia de Jueces 19 es asimismo inquietante dada la extrema dosis de violencia que aparece en estas narraciones.

En el caso de la historia de David y Jonatán, la comparación con la Epopeya de Gilgamesh ofrece un paralelo cultural que realza los lazos afectivos de amistad y fidelidad que son reconocidos culturalmente en la praxis, pero no desde un punto de vista de superación de la homofobia. La elegía de David por la muerte de su amigo es una expresión profunda de estos lazos que fueron, al parecer, más allá del honor familiar y conyugal. La reflexión de Römer y Bonjour sobre el sentido de Gilgamesh es relevante y aplicable al análisis comparativo con la historia bíblica:

La epopeya de Gilgamesh puede leerse como una narración de aventuras que escenifica la vida de los dos héroes, pero al mismo tiempo es más que una leyenda. La historia de Gilgamesh propone una profunda reflexión sobre la condición humana, sobre la civilización, la cultura, y sobre lo que diferencia al hombre del animal y de los dioses. El hombre no es un dios, porque no puede escapar de la mortalidad, ni un animal, porque sabe usar la sexualidad para otros fines que la reproducción y porque puede ligarse en amistad y amor con sus pares. (p. 88)

Finalmente, el breve capítulo dedicado al Nuevo Testamento ilumina ampliamente la perspectiva de los lectores, pues ubica con rigor el papel de la escuela paulina en la comprensión de la homosexualidad como un pecado:

La descripción de este “antiguo mundo” muestra el fuerte arraigo de Pablo en su cultura, la del judaísmo helenístico, del que fue, antes de su conversión, uno de los más ardientes defensores. La enumeración de los vicios de los paganos en una larga lista de comportamientos alejados de las normas y destructores es, en efecto, un tema recurrente y un lugar común de la apologética judía contra los paganos. La manera en la que Pablo presenta y describe el pecado en el que estos últimos viven es característica de la mirada que el judaísmo dirige sobre las costumbres de los gentiles: une idolatría, relaciones sexuales cuyo fin no es la procreación, pulsiones incontroladas y violencia.

 
Por consiguiente, Pablo no crea una nueva ética cristiana de la sexualidad, pero, además de la filosofía estoica, se inspira en textos bíblicos como Levítico 18 y 20, para de manera general poner en guardia contra una sexualidad que ligaría al hombre con un mundo que va a desaparecer. El autor de la primera epístola a Timoteo retomó las reflexiones de Pablo en una situación en la que el cristianismo había tomado conciencia de que el mundo actual corría el riesgo de perdurar. Fue así el primer lector “fundamentalista” de Pablo, porque retomó sus consejos sin tomar en cuenta el hecho de que Pablo esperaba el advenimiento inminente del reino de Cristo. (pp. 115-116)

Lamentablemente, muchas posturas actuales, inspiradas supuestamente en el legalismo paulino, están muy lejos de entender el horizonte escatológico de Pablo, y resultan dañinas por entrar en contradicción con el postulado evangélico del amor. Parecería como si, ante el silencio de los Evangelios, la última palabra la tuviese, con todo el peso de su autoridad canónica, la tradición paulina filtrada por sus intérpretes interesados en radicalizar algunas actitudes intolerantes.





[1] Cf. N.A. Lucas Bartolo, “Aceptaron las culturas prehispánicas la homosexualidad”, 27 de junio de 2005, en Anodis. Agencia de Noticias sobre la Diversidad Sexual, www.anodis.com/nota/4948.asp, nota referida a la conferencia del doctor Guilhem Olivier, miembro del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM (junio de 2005); “Homosexualidad castigada por mexicas”, 7 de septiembre de 2006, www.anodis.com/nota/7688.asp; así como las opiniones de Héctor Domínguez Ruvalcaba, investigador de la Universidad de Denison, Ohio, en Antonio Medina, “Queer: la seducción de la diferencia”, en Letra S, supl. de La Jornada, 2 de octubre de 2003, www.jornada.unam.mx/2003/10/02/ls-queer.html: “En ese sentido tenemos figuras religiosas, como los chamanes y los mayordomos, que vienen de una tradición prehispánica, porque en varias culturas, como la totonaca, el sacerdote era un personaje homosexual. En México tenemos muy arraigada esta tradición, el personaje homosexual de los pueblos es queer. ¿Por qué?, porque no conserva las líneas de una identidad, es decir, tiene que preocuparse por inventar otras cosas, transgredir. Uno de los argumentos viejos acerca de los hombres homosexuales señala que la sexualidad para ellos implicaba un esfuerzo de inteligencia mayor porque tenían que inventarse una cultura que no estaba hecha”.

1 comentario:

  1. Gracias Ignacio por recuperar este artículo en tu blog. Tuve la oportunidad de leer el trabajo de Römer gracias a Israel Flores. Se agradecen trabajos como éste que, desde la 'asepsia' científico-crítica, se acercan a los textos para permitirles hablar en su contexto, sin intentar forzar conclusiones. En cuanto al artículo de Cervantes-Ortiz, creo que es un error seguir planteando la orientación sexual como una decisión libre. La orientación sexual, cualquiera que sea su origen, no es asunto de elección, es algo que viene dado, con gran dosis de factores innatos según las últimas investigaciones. La libertad consiste en elegir cómo vivir esa orientación: desde la represión, desde la aceptación o desde la doble vida -como suele suceder con frecuencia entre muchos de los que mantienen las posturas más homófobas (v. gr. casos de políticos conservadores estadounidenses). Éstas son las opciones para el trabajo de la libertad personal: vivir en la autenticidad, en el engaño o en el rechazo del don de la propia afectividad.
    Preguntas: ¿cuándo la aplicación de los hallazgos de los estudios exegéticos y hermeneúticos, posibilitará una versión de la biblia en castellano en la que el término 'homosexual' desaparezca como opción de traducción en el corpus paulino? ¿Qué tipo de inercia, pereza mental, voluntad contumaz o cobardía hace que los traductores de las versiones más actuales y con pretensiones de fidelidad textual, insistan en mantener una traducción cuya pertinencia esta más que cuestionada, menospreciando la confusión y el profundo dolor que provoca en muchos?

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